En el corazón de Milán, con vistas privilegiadas a la Piazza del Duomo, se encuentra un emblema de la coctelería italiana: el Bar Camparino. Este histórico establecimiento no solo es un punto de referencia para los amantes de los aperitivos, sino también el lugar donde la historia del Campari se consolidó, dando origen a una de las tradiciones más icónicas del mundo del vermut y los bitter.
Para entender el nacimiento de Camparino, es necesario remontarse a mediados del siglo XIX, cuando Gaspare Campari, un joven y visionario licorista, creó en 1860 la fórmula secreta del bitter que llevaría su apellido. A base de infusiones de hierbas, especias y frutas, el Campari conquistó rápidamente los paladares milaneses con su inconfundible color rojo y su equilibrio entre dulzura y amargor.
El éxito del aperitivo llevó a Gaspare Campari a abrir su propio café en la Galería Vittorio Emanuele II, donde la alta sociedad se reunía para degustar su famoso brebaje. Sin embargo, sería su hijo, Davide Campari, quien en 1915 daría un paso más allá y fundaría el Bar Camparino, justo frente al Duomo. Con una visión moderna, Davide implementó un innovador sistema de bombeo que permitía servir el Campari Soda directamente desde los sótanos, garantizando su frescura y sabor inigualable.
Desde su inauguración, el Camparino se convirtió en un epicentro cultural y social. Artistas, intelectuales y amantes del buen beber encontraron en este bar el espacio ideal para compartir ideas y brindar con un Negroni, un Americano o un simple Campari con soda. Su elegancia y su decoración Art Nouveau reflejaban el esplendor de la época, y su mística perdura hasta nuestros días.

A lo largo del siglo XX, el Camparino mantuvo su estatus como un ícono de la coctelería. Tras una breve pausa en los años 80, reabrió sus puertas con un diseño renovado, pero sin perder la esencia que lo convirtió en leyenda. Hoy, sigue siendo un punto de encuentro para quienes buscan vivir la auténtica experiencia del aperitivo italiano, con una carta que honra su historia y un servicio que mantiene viva la tradición iniciada por la familia Campari.
Visitar el Camparino no es solo disfrutar de un cóctel; es sumergirse en un capítulo fundamental de la historia del vermut y los amargos. Un brindis en este emblemático bar es, sin duda, un homenaje a la tradición, la innovación y el espíritu italiano que conquistó el mundo con una copa de Campari en la mano.
Fotos y Nota: Hernan Pimentel