Malbec: La cepa insignia que sigue ganando terreno | El magazine de vinos, gastronomía y lifestyle para las mentes inquietas

Malbec: La cepa insignia que sigue ganando terreno

En la antesala del Día Mundial del Malbec, el Observatorio Vitivinícola Argentino publicó su informe 2024, donde queda en evidencia que la cepa emblema del país no solo mantiene su protagonismo, sino que continúa creciendo. Actualmente, la superficie implantada con Malbec alcanza las 47.064 hectáreas, lo que representa un incremento del 19,2% en los últimos diez años.

Desde 2015, cuando había poco menos de 39.500 hectáreas, el crecimiento fue sostenido, con un leve aumento interanual del 0,26% entre 2023 y 2024. Esta evolución no solo reafirma la preferencia de los productores por esta variedad, sino que también consolida su posición como la más plantada del país.

En términos de participación, el Malbec representa hoy el 23,5% del total de superficie vitivinícola, un salto significativo respecto al 18% que ocupaba en 2015.

El mapa del Malbec

Cuando se analiza la distribución por provincias, Mendoza lidera ampliamente con el 84,7% del total, seguida por San Juan (6,1%) y Salta (3,6%). También tienen presencia significativa La Rioja, Neuquén, Río Negro y otras provincias, aunque en menor proporción. Esta fuerte concentración en Mendoza habla del arraigo del Malbec a sus suelos y condiciones climáticas, pero también del potencial que aún tienen otras regiones emergentes.

Producción y rendimiento

En paralelo al crecimiento de superficie, la cosecha de Malbec también mostró un incremento del 11,15% en los últimos diez años, alcanzando en 2024 un total de 4.024.101 quintales. Este volumen representa el 21% de la producción total de uva en Argentina, seis puntos más que en 2015.

Si bien el rendimiento promedio por hectárea muestra una leve caída del 6,6% en el período analizado, sigue siendo competitivo, con 85 quintales por hectárea en la última campaña.

Una cepa en expansión y transformación

Estos datos confirman que el Malbec no solo es un símbolo cultural, sino también una decisión estratégica para muchos productores. Su versatilidad, reconocimiento internacional y buena adaptación a diversos terroirs explican por qué sigue siendo la punta de lanza de la vitivinicultura argentina.