De inconfundible origen francés, esta uva blanca es famosa por su intenso aroma a frutas y flores que recuerda a duraznos y madreselvas. En Argentina se cultiva hace menos de 30 años pero sin duda ha encontrado su lugar.
Aunque su origen se remonta a la época del Imperio Romano, la popularidad de la Viognier se dio a mediados del siglo XX, de la mano de productores franceses, que descubrieron en ella un gran potencial enológico. Sus vinos poseen una estructura muy marcada y una acidez moderada, lo que los convierte en excelentes compañeros de comidas más livianas, como ensaladas, y también preparaciones especiadas.
La variedad Viognier también es ampliamente utilizada como blender, ya que gracias a sus bondades, ayuda a estabilizar ciertas uvas tintas y perfurmarlas con sus intensos aromas. En nuestro país fue introducida hace tan solo 30 años, y como suele pasar con las uvas francesas, se adaptó con mucha facilidad al terruño nacional gracias a las condiciones climáticas y buenas cualidades de los suelos.
Hasta 1993, la Viognier era prácticamente una desconocida en Argentina. Fue Enrique Pescarmona, dueño de Bodega Lagarde quien, junto al ingeniero agrónomo Roy Mayne, introdujo la variedad al país. El lugar elegido para hacerlo fue Luján de Cuyo, Mendoza, donde la variedad se encontró muy a gusto desde el inicio. “Ese tipo de innovaciones siempre fueron características de Enrique”, rememora Juan Roby, gerente de enología de Lagarde. “En sus viajes por el mundo, probaba los varietales que más le llamaban la atención y traía hasta Mendoza aquellos que se darían bien en climas similares a los de la región de Cuyo”, rememora Roby. Hoy la variedad cuenta con más de 750 hectáreas cultivadas en suelo nacional y se perfila como una promesa gracias a su potencial para la elaboración de vinos finos y su gran aporte en vinos de corte.
Si bien se trata de un cepaje joven para la viticultura del Nuevo Mundo, cada vez son más las bodegas que se animan a producir vinos blancos a base de Viognier. En Argentina, la pionera Lagarde viene demostrando añada tras añada el potencial de esta variedad y la calidad de sus exponentes la han convertido en referente en la materia. También se destaca el trabajo de exploración de la bodega Casa Montes de San Juan, que elabora la Viognier como vino dulce y ofrece exponentes con aromas a cítricos y frutas tropicales, que a pesar de tener una elevada graduación alcohólica se muestran bien equilibrados.
Además de su riqueza como varietal, esta cepa se complementa muy bien en cortes con ciertas uvas tintas. En su Francia natal es famosa la denominación de origen Côte-Rôtie, que mezcla Syrah y Viognier dando vida a uno de los vinos insignia del Ródano. En estos cortes, los franceses comprobaron que añadir Viognier a la mezcla mejoraba significativamente la fermentación de la uva tinta, gracias a su aporte de sedosidad, aromas, acidez y brillo al color del vino. En la actualidad, la fórmula ha sido replicada por los productores más experimentales del nuevo mundo, especialmente los de Australia y California, que afirman que una pequeña proporción de este noble vino blanco, ayuda a estabilizar el color del vino y profundizar su textura. En Argentina, algunas bodegas que han reproducido esta mezcla con éxito son El Enemigo, Trapiche, Doña Paula y Viña Las Perdices, por citar algunas.
Como todo vino blanco, el Viognier está destinado a ser consumido joven para poder apreciar en plenitud todo el perfume de flores y frutas que ofrece en la nariz. Sin embargo, el enólogo Juan Roby asegura que “dependiendo de los métodos de elaboración y las características de la uva, tales como la añada y el sitio de plantación, son vinos con gran potencial de guarda”. En ese sentido, el enólogo detalla que “con la guarda en botella, las notas a flores y a fruta fresca disminuyen para darle paso a notas más complejas que recuerdan a frutos secos, al tiempo que el vino se vuelve más sedoso”.
Como bien afirma Roby, el estilo del Viognier dependerá siempre de la visión del enólogo y su manejo en la viña y en la bodega. Dependiendo el caso, se tratará de vinos frescos y de baja complejidad, o bien, vinos complejos y de gran cuerpo, muchas veces redondeados por el paso por barricas de roble. Si bien beberlo joven brindará inolvidables aromas, lo interesante de esta variedad es que se presta para resistir con altura el paso por barrica y preservar sus cualidades por hasta 5 o 6 años en botella.
En cuanto al mejor maridaje gastronómico, al tratarse de un vino de buena estructura y acidez moderada, resulta el compañero ideal para comidas frugales y también platos especiados. Buen compañero de la cocina mediterránea y asiática, pescados blancos y vegetales, ya sean crudos o asados. Lo cierto es que los perfumes de esta variedad son tan sugerentes que incluso bien se presta para beberlo solo.
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