¿Sabés que es un “Club de Vinos”? | El magazine de vinos, gastronomía y lifestyle para las mentes inquietas

¿Sabés que es un “Club de Vinos”?

Si googleas, chusmeas en redes o consultas a un amig@ vas a encontrar una cantidad infinita de respuestas sobre este tema. Aplicaciones que te envían botellas a tu casa mediante un drone; la existencia de “Smart Cork” (corcho inteligente) que regula la temperatura del vino con la llegada del delivery, pide el helado y llama al taxi; y hasta se comenta que vieron por las calles una “Wine Ambulance”. Es tanta la sobre-información, que se genera desinformación y algo de desconfianza.
Siento que estamos en una época donde urge la necesidad de vender, y en consecuencia estamos sobrecargados de ofertas y propuestas por doquier (algunas realmente ingeniosas y otras para el olvido).
En la actualidad está de moda la palabra “reinventarse”, pero yo voy a otorgarle crédito a la opción “propuestas novedosas, llanas y concretas”.
Tengo recuerdos de adolescente, donde en casa se recibía el diario los domingos y, mis viejos (mientras tomaban unos mates), lo despedazaban. Suplemento deportivo por un lado, economía por el otro, y así sucesivamente. Siempre quedaba alguna parte “guacha” para entretenerse mientras acontecía el ritual del asado dominical. Pero yo siempre llegaba tarde, las que quedaban eran pesadas para leer y en esa edad uno es demasiado grande para ser un niño y muy pequeño para ser un adulto, y con tal de sentirme parte me ponía a ojear el diario o al menos lo intentaba (cabe aclarar que no existía internet). Había domingos en que las notas eran más llevaderas y otros no tanto, pero más allá de eso; existían dos cosas que me sorprendían y a la vez consideraba una pérdida de tiempo. Primero: informarse sobre situaciones que sucedían a mas de 400km. Por ejemplo: ladrones que entraron a una joyería en Berazategui. Pobre gente!, lamentable lo acontecido, pero más me interesaba saber quién me robó el gomín de la bicicleta afuera del club o sobre la presencia de “la luz mala” o “la llorona” en los patios.
Segundo: las publicidades (que consideraba capciosas) de productos o promociones que nunca llegaban. Por ejemplo: con cinco tapitas de Pepsi te llevas un muñeco articulado del Mono Navarro Montoya o con el Pantene de este mes vienen las esponjas exfoliantes de la “Coca” Sarli (y acá el almacenero tenía Plusbelle y para de contar).
Recuerdo bien un suplemento acerca de “novedades e innovaciones en los negocios”. Siempre hablaban de productos que se lanzaban al mercado, nuevas funcionalidades y/o accesorios. En una nota que leí se narraba, (con lujo de detalles), acerca de un club de vinos, donde suscribiéndote recibías en tu domicilio (siempre y cuando sea en Buenos Aires) botellas originales, de exportación, firmadas por el Papa Juan Pablo II y no sé cuantas cosas más. No recuerdo mucho de los vinos, pero si sus colores, estuches, y las cosas que ofrecían domingo a domingo.
El tiempo pasó, la comunicación evolucionó y hoy (pandemia mediante), desde mi pueblo tenemos acceso a cosas que parecían imposibles.
Los nuevos negocios y los clásicos de siempre se adaptaron a nuevas plataformas de comercialización. Y así es como de repente en Elortondo (un pueblo al sur de Santa Fe con una población modesta de 7500 almas) contamos con una vinoteca con oferta diferencial a lo que estábamos acostumbrados.
Digamos, no es que descubrió el vino ni colonizó el pueblo, sino que se animó a romper el molde trayendo productos novedosos, de pequeñas bodegas; vinos de autor; orgánicos; de diversas zonas geográficas del país, entre otras peculiaridades.
Y que (como broche de oro) cuenta con… adivinen..: un “Club de Vinos”. Siendo parte o “socio” (como tiene todo club), tenés acceso a un mundo infinito de beneficios… bueno, no sé si es para tanto!, pero lo que sí está buenísimo es que todos los meses te llevas dos botellas de etiquetas diferentes para probar, y así (como quien no quiere la cosa) vas entrenando el paladar y de repente te convertís en un catador purasangre. Lo lindo de este universo de copas y cepas es aprender y disfrutar, y dejar de lado esa falsa modestia “yo no sé de vinos”. Con ese criterio, tampoco sabés de fútbol o economía y sin embargo te largas y opinás igual.
Hay que romper estereotipos, no casarse con marcas y animarse a probar cosas nuevas. Esto te lleva a tener nuevas experiencias, que pueden ser buenas, malas, regulares o excelentes; lo lindo es vivirlas y aprender un poco más de este universo maravilloso que es el mundo del vino.
Esto puede parecer una publicidad y realmente lo es! jeje. Pero al margen, resulta verdaderamente encantador aprender a diferenciar las cepas, como un Pinot Noir, un White Malbec o un Cabernet Franc, o de distintas regiones, vinos de Córdoba, Catamarca, son cosas que valen la pena y nos permiten formar nuestro propio criterio y hacernos valer como calificadores.
Hay vinos muy prestigiosos que vienen calificados por Tim Atkin, James Suckling y Anton Pirulero, todo muy lindo, ¿lo tomo? obvio, ¿me gusta? Si, ¿me suma? mmm. A mi personalmente me copa cuando el vino lo toma mi vecino, un carpintero amigo o mi maestra de primaria y pueden calificarlo. Vinos recomendados por gente de a pie que, basándose en el propio gusto le dió una estrellita a ese vinito que le conquistó el corazón. Me encanta escuchar las experiencias de todos y cada uno de los que vienen a la vinoteca con su veredicto resuelto: si realmente les gustó, si les pareció fuerte, si fue muy entrador, frutado, con que lo maridó. En conclusión, esto es lo lindo que tiene este club: compartir y regalar experiencias. Entonces, cuando elijo un vino para mi me divierte la idea de un intercambio de opiniones con el socio nro #0032, y tomarlo se convierte entonces en una experiencia sensorial radical.
Estos intercambios de experiencias me recuerda un cuento de Hernán Casciari, autor que conocí gracias mi amigo Andres F. y me volví fana (y lo súper recomiendo), sobre el hombre que compró una parcela en la luna “(…) -Dennis Hope y yo hemos hecho un negocio imaginario. Yo le di veinte dólares, que es un papel que representa un pedacito de un lingote de oro que hay en la bóveda del Tesoro Norteamericano. Él me dio otro papel que representa un retazo al norte de la Luna. Nadie ha visto nunca esos lingotes.

Yo a mi Luna la miro por la ventana, cuando se me antoja”-

UNITE AL CLUB!