Hablar de Bonarda es hablar de vino argentino. Al menos así lo demuestran las 18.700 hectáreas que este varietal ocupa en el país. Esa superficie la convierte en la segunda cepa en extensión detrás del Malbec (con 42.000 hectáreas). Aunque más de uno se sorprendería al saber que hasta fines del siglo pasado el área cubierta por Bonarda era superior a las hectáreas del hijo pródigo.
Ahora bien, antes de continuar hagamos una aclaración que todo wine geek sabrá valorar: nuestra Bonarda no es Bonarda, sino Bonarda Argentina. ¿Qué hay detrás de este juego de palabras? Un historia de confusiones como las que abundan en el Nuevo Mundo del vino. Introducido por inmigrantes europeos a finales del siglo xix, este varietal tinto fue por años confundido por los viticultores de origen italiano con la Bonarda del Piamonte, hasta que en 2009 finalmente se comprobó que se trata de Corbeau Noir, otro varietal europeo pero originario de Savoia, en los Alpes franceses.
Sin embargo, descubierto el verdadero pedigrí, se le sumó la denominación Argentina, ya que luego de años de adaptación estas vides poco tienen en común con las de Savoia o Piamonte. Básicamente, dan vida a vinos muy propios de Mendoza, donde hoy se elaboran diferentes estilos en los que mucho se ha innovado en los últimos tiempos.
Por todo esto, la Bonarda Argentina es una cepa estratégica para el negocio del vino en el país, tal como asegura Sebastián Zuccardi, uno de los viticultores jóvenes que más confían en su potencial: “La importancia de la Bonarda para el paisaje vitícola argentino se evidencia por su adaptabilidad en regiones calurosas, que a los viticultores convenció de confiar en su cultivo por años”.
Del total de Bonarda Argentina cultivada, el 60% se encuentra en el este de Mendoza, zona cálida ubicada a unos 700 metros de altura. Aquí el estilo que ofrece es el de un vino jugoso e intenso de perfil balsámico y frutal. Es siempre fluido y envolvente. De algún modo, sencillo pero muy sabroso, como sucede con etiquetas como Argento, Serie A de Zuccardi, Dante Robino o Saint Felicien, elaborado por Catena Zapata. Entre estos, sin dudas, se puede encontrar la expresión más tradicional de la Bonarda mendocina.