«Padre del aula, Sarmiento inmortal», reza el himno al ex presidente sanjuanino, de quien suele destacarse su faceta de educador, a tal punto que el Día del Maestro se celebra los 11 de septiembre, fecha de su fallecimiento. Pero el día de hoy también ofrece una buena ocasión para recordar que es a Domingo Faustino Sarmiento a quien le debemos el malbec, variedad que hoy constituye la cepa emblema de la Argentina. Variedad de uva cultivada en el sudoeste de Francia desde mediados del siglo II, el malbec fue traído al país a mediados del siglo XIX por el agrónomo francés Michel Aimé Pouget, quien había sido contratado por Sarmiento para llevar adelante la llamada Quinta Agronómica de Mendoza.
«Después de la caída de Rosas y la normalización institucional de la Argentina –escribió el historiado Pablo Lacoste en su ensayo Historia del Malbec, cepa insignia de la Argentina–, Sarmiento regresó a su país y promovió la fundación de la Quinta Normal de Mendoza. Siguiendo el modelo de Francia y Chile, esta Quinta Normal se propuso incorporar nuevas variedades de cepas, como medio para mejorar la industria vitivinícola nacional. A partir de entonces se puso en marcha todo el proceso por el cual, después de su largo viaje por el mundo, el malbec se arraigaba definitivamente en Mendoza, se propagaba por sus viñedos, se adaptaría a sus suelos y climas, tomaría fuerza en su nuevo terruño, hasta quedar en condiciones, un siglo y medio después, de volver a proyectarse hacia los mercados mundiales, fortalecido ahora con el vigor del nuevo mundo».
El largo viaje por el mundo del malbec en su camino hasta Mendoza, al que hace referencia el historiador, tuvo una escala en Chile: «El malbec llegó a Chile en la década de 1840. En el marco de la apertura política y cultural generada a partir de la Independencia, la clase dirigente chilena comenzó a mirar hacia Francia con creciente interés, con ambiciones de superación. En este contexto, uno de los aspectos que se procuró incorporar, fue la vitivinicultura francesa, incluyendo sus cepas y sus técnicas de elaboración del vino», relata Lacoste en el citado ensayo, y destaca: «En el plano institucional, el espacio más importante de este proceso fue la Quinta Normal de Santiago».
Pero, ¿quién había fundado la Quinta Normal de Santiago? Bueno, no es casual que la Quinta haya sido creada en 1841 por Sarmiento, que por aquel entonces se encontraba exiliado en el país trasandino, y que cuya dirección haya sido puesta en manos de Pouget, también exiliado en Chile (en su caso, a partir del golpe de Estado de Napoleón III). El año 1853 vuelve a reunir a Sarmiento y a Pouget, esta vez en Mendoza, con motivo de la creación el 17 de abril de la Quinta Normal de Mendoza. Proveniente de Chile, el francés no llega con las manos vacías, sino con «una gran carga de plantas y semillas que incluía cepas de varios tipos, como por ejemplo, Cabernet Sauvignon y Pinot Noir; una de ellas era la uva malbec» (Beezley, W. «La senda del malbec: la cepa emblemática de Argentina»).
La «uva francesa», como se llamó durante décadas al malbec, supo adaptarse al suelo y al clima argentino, a tal punto que ya a comienzos del siglo XX representaba la mayor parte de los cultivos de vides. Hoy, con casi 36.000 hectáreas plantadas con esa variedad en la Argentina, la celebración del Día del Maestro es la mejor excusa para brindar por el padre del aula…y del malbec.
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