Existen bodegas que envejecen sus vinos en las profundidades oceánicas y organizan bautizos de buceo para visitarlas. Pero ¿qué le aporta realmente al vino la crianza bajo el mar?
La historia de los vinos submarinos es de película. Por eso no es de extrañar que nos surjan dudas sobre la verdad de lo que se nos cuenta. Repasamos algunas de las preguntas que todos nos hacemos sobre la crianza bajo en mar, para identificar qué hay de cierto y qué hay de ‘ficción’ en la singularidad de estos vinos, cada vez más valorados por enólogos y sommeliers
1. Es algo nuevo. MENTIRA
El envejecimiento submarino es un concepto relativamente nuevo en el mundo del vino cuya práctica, sin embargo, viene de lejos y bebe de experiencias históricas fortuitas. Los vinos encontrados en viejos barcos hundidos demostraron que el mar ofrece unas condiciones excepcionales para la evolución del líquido en la botella, y los últimos estudios apuntan hacia vinos con características particulares.
El caso más reciente tuvo lugar en 2010, en los restos de un naufragio hallados en el archipiélago de Äland, en el que se encontraron 47 botellas de Veuve Cliquot de 1840. La calidad del champán sorprendió de tal manera a los expertos, que la propia maison decidió introducir en el Báltico una selección de sus mejores vinos para crear una colección especial submarina.
2. El vino envejecido bajo el mar es mejor. MENTIRA
Los vinos que envejecen en las profundidades del océano no son ni mejores ni peores, pero sí poseen características singulares muy valoradas por enólogos y sumilleres, que tienen que ver en gran medida con una graduación alcohólica más baja, la capacidad para alargar su vida en perfectas condiciones y la salinidad.
3. El vino sabe a mar. MENTIRA
Afortunadamente, no. Con este tipo de envejecimiento, el vino cuenta con lo que los expertos denominan una mayor amplitud en boca. Características muy distintas a las que se pueden obtener en una bodega ‘terrestre’.
¿Y esto por qué sucede? La razón es que el vino evoluciona con lentitud bajo el mar, y lejos de la luz y el ruido, y en unas condiciones de humedad, temperatura, presión y gravedad imposibles de conseguir sobre el nivel del mar, y esto se traduce en unos aromas secundarios y terciarios que terminan predominando sobre los primarios.
Después de unos meses de crianza submarina, los vinos mantienen la frescura de su juventud, pero muestran matices distintos, más complejos e intensos, como toques minerales y notas salinas. Sabores, en definitiva, redondos y suaves, con gran intensidad aromática.
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